martes, 21 de junio de 2016

Pequeñas grandes revoluciones

Haciendo referencia a la frase contenida en el prólogo del Libro de las Pequeñas Revoluciones de Elsa Punset: “puedo cerrar la puerta de casa y darle la espalda al firmamento, pero los pensamientos, generados por el oleaje de mis emociones me asedian sin remedio”; queda claro el gran impacto que generan nuestras emociones en nuestra vida, a las cuáles hasta una época muy reciente no se les ha prestado suficiente atención estando más centrados en la supervivencia física.

Cada pequeño cambio en la gestión de esas emociones, pensamientos o acciones rutinarias genera una pequeña transformación. Esa suma de pequeños cambios de forma lenta, paciente y progresiva puede modificarlo todo.

A menudo, a las personas nos atrapan la desesperación o frustración al ver como pequeños acontecimientos nos desbordan, y peor todavía, suelen ser acontecimientos que podríamos incluir en una misma categoría. Por ejemplo: el qué van a pesar de mí o el miedo a decepcionar a otra persona podrían etiquetarse de forma similar.

Las rutinas emocionales, es decir, el patrón con el que respondemos a cada situación o estímulo, se convierten en una espiral imparable con ausencia de control por nuestra parte, surgiendo de forma automática al hacer frente al día a día.

¿Qué puedo hacer para frenar esto? La clave está en responder frente a reaccionar. Entendemos la reacción como algo automático (sin procesamiento consciente) que compartimos con otros seres vivos frente a una respuesta en la cual hay una pausa, existe conciencia del presente y se lleva a cabo una valoración del acontecimiento que está teniendo lugar.

Si bien el Mindfulness es uno de los métodos más eficaces y accesibles para iniciarnos en la la transformación de la REACCIÓN hacia la RESPUESTA existen otra serie de sencillas rutinas que pueden ayudarnos a ello.

A continuación, se describen algunas de ellas:

1.- Identificar a los “secuestradores emocionales” del día a día. Con un registro diario en apenas 30 días podrás encontrar categorías frente a las que reaccionas de forma positiva y negativa.

2.- Presta atención al momento presente, manteniendo abiertos los canales sensoriales y las sensaciones propioceptivas e interoceptivas del cuerpo. Escuchar a nuestro cuerpo nos aporta información valiosa para entender que pasa en nuestra mente. Por ejemplo: Si notas que las mandíbulas te duelen o sientes molestias en una articulación; pregúntate ¿qué pensamientos y emociones tengo hoy?.

3.- Buscar al menos tres interpretaciones diferentes a cada evento que ocurra en tu día a día. Lo más común es acudir a la interpretación automática que suele corresponderse con la que nos genera un mayor sufrimiento emocional.

4.- Desafíate (de forma controlada) realizando actividades que te incomoden o disgusten; de esa manera salimos de nuestra zona de confort y ampliamos nuestro área de aprendizaje. Por ejemplo: deja desordenada una parte de la casa, reclama algo que te corresponde, no supervises más de una vez que tienes todo lo necesario para una reunión de trabajo/viaje, etc.

5.- Temporalizar cada acontecimiento te ayudará a saber todo es impermanente, que nada perdura en el tiempo y que existe un principio y un fin para todo.

6.- Prémiate al realizar cada desafío o al tomar conciencia de que tu reacción positiva o negativa a los diferentes estímulos ha sido gestionada de forma diferente.

Puedes descargarte la siguiente plantilla pinchando Plantilla rutinas mentales:

¿PUEDE AYUDARTE ESTA SENCILLA PLANTILLA EN EL LOGRO DE LAS PEQUEÑAS GRANDES REVOLUCIONES ? 

Y RECUERDA: 



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