Haciendo referencia a la frase contenida
en el prólogo del Libro de las Pequeñas Revoluciones de Elsa Punset: “puedo
cerrar la puerta de casa y darle la espalda al firmamento, pero los
pensamientos, generados por el oleaje de mis emociones me asedian sin remedio”;
queda claro el gran impacto que generan nuestras emociones en nuestra vida, a
las cuáles hasta una época muy reciente no se les ha prestado suficiente atención
estando más centrados en la supervivencia física.
Cada pequeño cambio en la gestión de
esas emociones, pensamientos o acciones rutinarias genera una pequeña
transformación. Esa suma de pequeños cambios de forma lenta, paciente y
progresiva puede modificarlo todo.
A menudo, a las personas nos atrapan la
desesperación o frustración al ver como pequeños acontecimientos nos desbordan,
y peor todavía, suelen ser acontecimientos que podríamos incluir en una misma
categoría. Por ejemplo: el qué van a pesar de mí o el miedo a decepcionar a
otra persona podrían etiquetarse de forma similar.
Las rutinas emocionales, es decir, el
patrón con el que respondemos a cada situación o estímulo, se convierten en una
espiral imparable con ausencia de control por nuestra parte, surgiendo de forma
automática al hacer frente al día a día.
¿Qué puedo hacer para frenar esto? La
clave está en responder frente a
reaccionar. Entendemos la reacción como algo automático (sin procesamiento
consciente) que compartimos con otros seres vivos frente a una respuesta en la
cual hay una pausa, existe conciencia del presente y se lleva a cabo una valoración
del acontecimiento que está teniendo lugar.
Si bien el
Mindfulness es uno de
los métodos más eficaces y accesibles para iniciarnos en la la transformación
de la REACCIÓN hacia la RESPUESTA existen otra serie de sencillas rutinas que pueden ayudarnos a ello.
A continuación, se describen algunas de
ellas:
1.- Identificar
a los “secuestradores emocionales” del día a día. Con un registro diario en
apenas 30 días podrás encontrar categorías frente a las que reaccionas de forma
positiva y negativa.
2.-
Presta atención al momento presente,
manteniendo abiertos los canales
sensoriales y las sensaciones propioceptivas e interoceptivas del cuerpo.
Escuchar a nuestro cuerpo nos aporta información valiosa para entender que pasa
en nuestra mente. Por ejemplo: Si notas que las mandíbulas te duelen o sientes
molestias en una articulación; pregúntate ¿qué pensamientos y emociones tengo
hoy?.
3.- Buscar
al menos tres interpretaciones diferentes a cada evento que ocurra en tu
día a día. Lo más común es acudir a la interpretación automática que suele
corresponderse con la que nos genera un mayor sufrimiento emocional.
4.- Desafíate
(de forma controlada) realizando actividades
que te incomoden o disgusten; de esa manera salimos de nuestra zona de
confort y ampliamos nuestro área de aprendizaje. Por ejemplo: deja desordenada
una parte de la casa, reclama algo que te corresponde, no supervises más de una
vez que tienes todo lo necesario para una reunión de trabajo/viaje, etc.
5.- Temporalizar
cada acontecimiento te ayudará a saber todo es impermanente, que nada perdura
en el tiempo y que existe un principio y un fin para todo.
6.- Prémiate
al realizar cada desafío o al tomar conciencia de que tu reacción positiva o
negativa a los diferentes estímulos ha sido gestionada de forma diferente.
Puedes descargarte la siguiente
plantilla pinchando Plantilla rutinas mentales:
¿PUEDE AYUDARTE ESTA SENCILLA PLANTILLA EN EL LOGRO DE LAS PEQUEÑAS GRANDES REVOLUCIONES ?
Y RECUERDA: